La felicidad.

 ¿Cuál es el propósito de la vida? Ser f e l i z ! no importa a qué sociedad pertenezcan o en qué país vivan, todos los seres humanos abrigan el mismo gran anhelo: el de ser felices.
Sin embargo, pocos ideales, como el de la felicidad, son fáciles de alcanzar. Sin duda, todos experimentamos diariamente momentos de tristeza y momentos de dicha; pero aún así, no sabemos a ciencia cierta qué es realmente la felicidad.
La f e l i c i d a d no significa una vida sin problemas. Es, en realidad, la fortaleza para superar los obstáculos que nos presenta. Una vida sin contrariedades es algo que sencillamente no existe, pues las dificultades son inevitables. La manera en que experimentamos los problemas y reaccionamos ante ellos es algo que depende de cada uno. El budismo enseña que somos responsables tanto de nuestra felicidad como de nuestra desdicha. La fuerza vital o energía que poseemos es, de hecho, el factor más importante para determinar si somos o no felices.
La verdadera dicha se encuentra en nuestro interior, en el estado de nuestro corazón. No existe a lo lejos, en algún lugar inalcanzable. Está dentro de ustedes, de nadie más que de ustedes. Por más que lo intenten, jamás podrán huir de sí mismos. Y si se muestran débiles, el sufrimiento irá con ustedes a donde quieran que vayan. No podrán encontrar la felicidad si no desafían su debilidad y logran un cambio en lo más profundo de su ser.
La dicha auténtica está en el dinamismo y en el brío de cada uno de ustedes, que se pone en acción cuando luchan para superar un obstáculo tras otro. Por eso creo que una persona de gran vitalidad, que no le teme a nada, es en verdad feliz.
Los retos que se nos presentan en la vida se comparan con una escarpada montaña que se eleva ante nosotros los escaladores. Para quienes se han entrenado adecuadamente y tienen en consecuencia músculos débiles y reflejos lentos, cada centímetro que deben ascender será una terrible pesadilla. Esa misma pendiente, por otro lado, se convertirá en un trayecto fascinante para alguien bien preparado, cuyas piernas y brazos se encuentran fortalecidos por el constante entrenamiento. Con cada paso hacia delante y hacia arriba, se abrirán ante los ojos del escalador paisajes increíbles. 
Mi maestro de vida, Josei  Toda, solía referirse a dos clases de felicidad: "relativa" y "absoluta". La felicidad relativa es la que depende de cosas externas a nosotros: amigos y familiares, el entorno, el tipo de casa que tenemos, es la clase de contento que sentimos cuando satisfacemos un deseo o cuando logramos obtener lo que hemos ansiado por mucho tiempo. Si bien el sentimiento de regocijo que tales cosas nos brindan es por cierto real, la verdad es que ninguna de ellas dura para siempre. Las cosas cambian. La gente cambia. La felicidad relativa se hace añicos fácilmente, cuando se modifican las condiciones externas.
Esa clase de felicidad también se basa en las comparaciones que hacemos. Podemos sentirla cuando logramos ser propietarios de una casa más nueva y más grande que las de nuestros vecinos. Pero es poco lo que dura esa sensación triunfal, pues desaparece en cuanto ellos comienzan, a su vez, a refaccionar y mejorar sus viviendas.
La felicidad a b s o l u t a, por el contrario, es algo que podemos encontrar dentro de nosotros. Es lo que experimentamos al establecer une estado de vida que nos permite vencer cualquier sufrimiento y sentir que estar vivo es una fuente infinita de deleite. Esa felicidad persiste en nuestro interior. Independientemente de que cosas poseemos o no y de que sucede alrededor de nosotros. Ese profundo sentimiento de regocijo es algo que sólo puede existir en lo más recóndito de nuestra vida y no puede ser destruido por fuerzas externas. Es un júbilo imperecedero e inagotable. Una satisfacción de esa naturaleza se encuentra en un esfuerzo firme y sostenido, uno que nos permita afirmar: " Hoy, una vez más, daré lo mejor de mí. Hoy, como siempre, no tengo arrepentimiento. Hoy, nuevamente, he triunfado" el resultado de esa clase de esfuerzo es una vida de inmensa victoria. No debemos compararnos con los demás. Lo que tenemos que hacer es comparar lo que somos hoy con quienes fuimos antes; del mismo modo, lo que somos hoy con lo que seremos mañana. 
Parece simple y obvio; sin embargo, la verdadera felicidad se encuentra en una vida que avanza constantemente. Y los mismos sinsabores que en otro momento nos hacían sufrir pueden en realidad convertirse en motivo de crecimiento cuando los encaramos con coraje y sabiduría.

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