
La f e l i c i d a d no significa una vida sin problemas. Es, en realidad, la fortaleza para superar los obstáculos que nos presenta. Una vida sin contrariedades es algo que sencillamente no existe, pues las dificultades son inevitables. La manera en que experimentamos los problemas y reaccionamos ante ellos es algo que depende de cada uno. El budismo enseña que somos responsables tanto de nuestra felicidad como de nuestra desdicha. La fuerza vital o energía que poseemos es, de hecho, el factor más importante para determinar si somos o no felices.
La verdadera dicha se encuentra en nuestro interior, en el estado de nuestro corazón. No existe a lo lejos, en algún lugar inalcanzable. Está dentro de ustedes, de nadie más que de ustedes. Por más que lo intenten, jamás podrán huir de sí mismos. Y si se muestran débiles, el sufrimiento irá con ustedes a donde quieran que vayan. No podrán encontrar la felicidad si no desafían su debilidad y logran un cambio en lo más profundo de su ser.
La dicha auténtica está en el dinamismo y en el brío de cada uno de ustedes, que se pone en acción cuando luchan para superar un obstáculo tras otro. Por eso creo que una persona de gran vitalidad, que no le teme a nada, es en verdad feliz.
Los retos que se nos presentan en la vida se comparan con una escarpada montaña que se eleva ante nosotros los escaladores. Para quienes se han entrenado adecuadamente y tienen en consecuencia músculos débiles y reflejos lentos, cada centímetro que deben ascender será una terrible pesadilla. Esa misma pendiente, por otro lado, se convertirá en un trayecto fascinante para alguien bien preparado, cuyas piernas y brazos se encuentran fortalecidos por el constante entrenamiento. Con cada paso hacia delante y hacia arriba, se abrirán ante los ojos del escalador paisajes increíbles.
Mi maestro de vida, Josei Toda, solía referirse a dos clases de felicidad: "relativa" y "absoluta". La felicidad relativa es la que depende de cosas externas a nosotros: amigos y familiares, el entorno, el tipo de casa que tenemos, es la clase de contento que sentimos cuando satisfacemos un deseo o cuando logramos obtener lo que hemos ansiado por mucho tiempo. Si bien el sentimiento de regocijo que tales cosas nos brindan es por cierto real, la verdad es que ninguna de ellas dura para siempre. Las cosas cambian. La gente cambia. La felicidad relativa se hace añicos fácilmente, cuando se modifican las condiciones externas.
Esa clase de felicidad también se basa en las comparaciones que hacemos. Podemos sentirla cuando logramos ser propietarios de una casa más nueva y más grande que las de nuestros vecinos. Pero es poco lo que dura esa sensación triunfal, pues desaparece en cuanto ellos comienzan, a su vez, a refaccionar y mejorar sus viviendas.

Parece simple y obvio; sin embargo, la verdadera felicidad se encuentra en una vida que avanza constantemente. Y los mismos sinsabores que en otro momento nos hacían sufrir pueden en realidad convertirse en motivo de crecimiento cuando los encaramos con coraje y sabiduría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario